lunes, 2 de marzo de 2009

La expulsión de los moriscos

El 9 de Abril de 1609 empezaba a labrarse uno de los episodios más tristes de la Historia de España. El Rey Felipe III decretaba la expulsión de los moriscos, los descendientes de los musulmanes convertidos al cristianismo desde hacía más de un siglo.

En la expulsión de los moriscos se puso de manifiesto el poder del odio, del resquemor, de la venganza del ser humano e incluso del afán de protagonismo. Estos sentimientos se aunaron y desembocaron en una medida desproporcionada que acabó con la expulsión de más de 300 mil personas.

El poder y la influencia de la religión en la época fueron razones absolutamente decisivas, así como el pilar sobre el cual se sustentaban los demás motivos, para que se llevase a cabo una operación de limpieza étnica y cultural que sacaría las vergüenzas años después a la mayoría de la sociedad española.

La expulsión fue una aberración en toda regla, pero el aislamiento de los propios moriscos no suponía una ayuda precisamente, amén de la amenaza que suponían las diferentes rebeliones que hubieron en la Península a lo largo de un siglo. Ese aislamiento, y la desconfianza creciente que producían en gran parte de la población, respaldado por la corriente crítica europea que discutía la cristiandad de España por la permanencia de otras minorías religiosas, conduciría a Felipe III a tomar semejante determinación: la expulsión de los moriscos fuera de las fronteras de la península.

Hubieron expulsiones pacíficas y otras que acabaron en auténticas rebeliones, pero el destino estaba escrito y nuevamente un arrebato de poder, respaldado por la hegemonía eclesiástica, condujo a España a erigirse como protagonista negativa de una catástrofe étnico-cultural que sembraría las raíces de un odio creciente entre algunas culturas musulmanas y cristianas a lo largo de los siglos venideros.

Sucesos catastróficos como la expulsión de los moriscos o el holocausto nazi, salvando las distancias, son la punta del iceberg de una serie de crímenes físicos y psicológicos que ponen de manifiesto la parte más oscura de la mentalidad humana y que demuestran que, con el paso del tiempo, no nos encontramos ante episodios aislados, sino que existen muchas posibilidades de que a medio-largo plazo el ser humano sucumba ante el poder del odio, y el deseo de sentirse poderoso que tantas veces se ha apoderado de él y lo ha conducido a cometer atrocidades de tal magnitud.