Cada cierto tiempo aparecen en escena multitud de "genios", reconocidos así por el gran público sea cual sea su ámbito de influencia. Personajes variopintos que en alguna etapa de su trayectoria, o quizá durante toda ella, han llamado la atención de propios y extraños por su inagotable fuente de excentricidades; algunas ligadas a su mundillo y otras fruto de una decadente personalidad y arrebatos compulsivos de protagonismo...
Desde el eterno carnavalismo facial del gran Michael Jackson, otrora elevado a los altares como rey del pop; hasta las artísticas canalladas balompédicas de Paul Gascoigne, aderezadas siempre por litros y litros de zumo de cebada; pasando por los grandes directores de cine, aquellos a los que se les perdona todo y a los cuales se les suma todas y cada una de las muchas barbaridades que osan llevar a cabo para, directa o indirectamente, acabar agigantando su ego y su poder en un mundo en el que muy pocos son los aclamados y los que se reparten los mejores pedacitos del pastel...
Generalmente ese punto de locura es instintivo, aunque otras veces es forzado para agrandar la leyenda del paranoico de turno. Sin embargo, son muchos los que sufren crisis transitorias y no volverán a ser el mismo de antes. De otros por contra, no se sabe cuanto hay de cierto y cuanto de mito pero, por una razón u otra, acaban siendo endiosados o caricaturizados hasta la médula.
No obstante, ese punto de locura siempre reporta aspectos positivos al personaje creado por esa misma persona, y hacen que los seguidores del mismo caigan por su propio peso. Los puntos conflictivos del artista (¿?) generan un campo magnético bestial entre el personaje y sus fans, adquiriendo mayor fuerza cuando las excentricidades rebasan la barrera de lo lógico y entran de lleno en lo inmoral...Aún con esas, el baremo actual de locura tiene abiertas las puertas a una fórmula totalmente consolidada en el mundo artístico: Loco = Genio
Ante tal panorama lúdico-matemático el espectador/consumidor/devorador de frikeces no tiene otra opción que, por lo pronto, detenerse a admirar a todo aquel que atente contra los límites preestablecidos, con descaro innato y con actitudes totalmente inconsecuentes, llegando a perder la cabeza —la suya y la de sus admiradores— y escribiendo un nuevo capítulo en la bendita locura de los llamados "artistas" de nuestro tiempo.
Por fortuna, el cuento y la precisa e innovadora fórmula matemática no es aplicable 100% a la política, y extrañamente un político demente adquiere la vitola de genio...
Desde el eterno carnavalismo facial del gran Michael Jackson, otrora elevado a los altares como rey del pop; hasta las artísticas canalladas balompédicas de Paul Gascoigne, aderezadas siempre por litros y litros de zumo de cebada; pasando por los grandes directores de cine, aquellos a los que se les perdona todo y a los cuales se les suma todas y cada una de las muchas barbaridades que osan llevar a cabo para, directa o indirectamente, acabar agigantando su ego y su poder en un mundo en el que muy pocos son los aclamados y los que se reparten los mejores pedacitos del pastel...
Generalmente ese punto de locura es instintivo, aunque otras veces es forzado para agrandar la leyenda del paranoico de turno. Sin embargo, son muchos los que sufren crisis transitorias y no volverán a ser el mismo de antes. De otros por contra, no se sabe cuanto hay de cierto y cuanto de mito pero, por una razón u otra, acaban siendo endiosados o caricaturizados hasta la médula.
No obstante, ese punto de locura siempre reporta aspectos positivos al personaje creado por esa misma persona, y hacen que los seguidores del mismo caigan por su propio peso. Los puntos conflictivos del artista (¿?) generan un campo magnético bestial entre el personaje y sus fans, adquiriendo mayor fuerza cuando las excentricidades rebasan la barrera de lo lógico y entran de lleno en lo inmoral...Aún con esas, el baremo actual de locura tiene abiertas las puertas a una fórmula totalmente consolidada en el mundo artístico: Loco = Genio
Ante tal panorama lúdico-matemático el espectador/consumidor/devorador de frikeces no tiene otra opción que, por lo pronto, detenerse a admirar a todo aquel que atente contra los límites preestablecidos, con descaro innato y con actitudes totalmente inconsecuentes, llegando a perder la cabeza —la suya y la de sus admiradores— y escribiendo un nuevo capítulo en la bendita locura de los llamados "artistas" de nuestro tiempo.
Por fortuna, el cuento y la precisa e innovadora fórmula matemática no es aplicable 100% a la política, y extrañamente un político demente adquiere la vitola de genio...
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